lunes, 14 de enero de 2013

Tetera con genio

Compré esta tetera en un mercadillo. La pobre estaba en un rincón, casi engullida entre un montón de cacharros. A pesar de su abandonado aspecto y de su generosa capa de suciedad, me pareció que tenía posibilidades. Para recuperarla solo hacía falta líquido mágico, una gamuza mágica, y frotar y frotar. Mientras frotaba y frotaba, hubo un momento que escuché unos ruidos en el interior de la tetera. Ruido que parecía más bien una voz ronca, que gritaba enfadada. Sorprendido, dejé la tetera encima de la mesa. Aún más me sorprendí cuando ví que por la punta del caño de la tetera, salía un espeso humo multicolor. Con los ojos como platos contemplaba todo aquello, hasta que por fin el espeso humo dió forma a un genio suspendido en el aire, igual que los de los cuentos de las 1000 y una noches. No tenía un aspecto alegre, más bien parecía triste y confuso también. El tipo me contó su vida, me explicó lo de los 3 deseos, y también me dijo que no me podía conceder ninguno. Yo tampoco lo esperaba, aún estaba tratando de entender lo que estaba viendo. Me contó que en otro tiempo vivía en una lámpara maravillosa. Contaba que dentro de la lámpara tenía un palacio, con jardines, palmeras, fuentes de agua fresca, y en el horizonte, el desierto. Parece ser que en los tiempos de bonanza, vivió por encima de sus posibilidades. Empezó a conceder más deseos de los 3 que tenía asignados. Así fué hasta que un día, un banco alemán compró el Banco de los Deseos. Y vinieron a su casa unos señores de negro y directamente lo echaron de la lámpara maravillosa. Suerte que encontró esta tetera y en ella se refugió. Y claro, con el frotar y frotar, sintió la llamada y apareció. Le tranquilicé, le dije que ya había oído algo de eso que me contaba. Le expliqué que los humanos lo tenemos bastante peor. Si nos quedamos sin trabajo, no podemos pagar las facturas y entonces nos ponen de patitas en la calle. Y por nuestro tamaño, lo de meternos en una tetera no es la solución. Además de que tenemos necesidad de seguir comiendo, vistiendo, calzando, y de más cosas. Le dije que podía seguir viviendo dentro de la tetera, pero que debía cuidarse de la limpieza interior. También le hice saber la suerte que tiene de que la tetera la tenga yo, si fuera de Bankia, estaría de nuevo en la calle. Lo entendió y volvió al interior de la tetera, a su casa. Yo terminé de frotar y quedó así de preciosa y brillante. Esta tetera que seguramente calentó té sobre fuego de leña, de carbón, o quizás de gas, ahora descansa plácidamente sobre una encimera vitrocerámica. Descansa para ser admirada, nada más, y de paso da cobijo a un pobre genio que la crisis se llevó por delante. Me gusta la convivencia de tecnologías antiguas y modernas, siempre que sea posible.